Adiós viejo amigo “hasta la noche de un nuevo día” embárcate y buen viaje.

¡Brindemos por ti! Y dos más.  Yo te sigo viendo aún sentado en tu viejo sillón. Cansado y reposando del día, escuchando la música que opacaba el traqueteo de la lluvia. Te veo enmarcado en un atardecer de verano sobre las arenas playas que muchas veces visitamos; descender riendo con la marea que sube y te jala, recordando momentos que nunca supe de ti pero te acompaño y dos más pero no recuerdo contigo; sólo me permites compartir tu risa y palabras que no entiendo mientras dos más y nos alejamos juntos. O en un lugar hermoso: hierba verde, el sol, una brisa ligera. Tú me miras, yo sonrió, tus ojos más bellos que nunca y la brisa soplando a través de tu cabello castaño. ¡Salud! Eres nostalgia en cuerpo y alma a pesar de estas llagas por la ausencia clavada. Entiendo no pudiste evitarlo; sólo te dejas ir mientras dos más a pesar de que yo te diviso sentado frente a nuestra mesa. Y ahora no puedes evitarlo que la oscura marea te jale triste pero sonriente. Como en los viejos tiempos, siempre estrechándonos y sin alejarnos. Yo pregunto ¿Te acuerdas? y tu casi lo habías olvidado. Por la nostalgia del día cada vez más lejano. Pero dices sí para no ofenderme porque me quieres y soy tu pequeña. ¡Salud! Dos más y ya no es lo mismo. Empiezo a aburrirme escuchando del pasado, como los abuelitos diciendo que siempre fue mejor. Y te escucho pero ya no te oigo porque mis retos son con el presente. ¡Salud! Dos más y nos vamos pero sigues estancado en lo que fue y yo no tengo ganas de seguirte con la marea que te jala porque tengo cosas más importantes que hacer con mi vida y hoy solo tengo intención de acompañarte hasta la orilla; dibujar un corazón y escribir nuestros nombres sobre la arena mojada y despedirte si me lo permites con un beso pero sino un abrazo será suficiente. ¡Salud! Y un par más del estribo. Nunca pude con tu carácter. Amanece y aunque me hayas regalado un frasco de ambrosía para continuar por semanas, libando y recordando, ya me voy alejando de la orilla. Adiós viejo amigo embárcate y buen viaje. Culpa a Dios si quieres en tus delirios; yo sigo aquí mientras que contigo la naturaleza hace su trabajo de descarte. Brindo con el rumor de las olas que revientan en la playa y esparcen la espuma blanca como el lúpulo y la cebada combinados rebasándose por los bordes de mi vaso de vino. ¡Salud! Y concluyo mi luto por ti que seguramente ya descansas en paz en el epitafio con los oficios de ley junto al anidar y graznar cuervos que advierten a los lugareños que la curiosidad puede matar al gato. En fin, llego a mi dormitorio, cierro las gruesas cortinas, abro mi lecho, me acuesto y: “hasta la noche de un nuevo día” Atravesaste la puerta de este mundo, ¿Y yo pregunto, dónde está, muerte, tu victoria? he de consolarme que ante tu ausencia; estas lleno de amor ante la presencia de Dios, y tú sigues viviendo en mi recuerdo y mi corazón.

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